Pareciera que nada vale la pena…
Ellos ayudan y los matan. ¿Por qué?
Quisiera que nos cuidaran, quisiera que fuéramos intocables, quisiera ser inmortal.
Cuando vivía en Sri Lanka, tenía la fuerte convicción de que mi camisa con el Logo de una ONG y el color de mi piel me protegían, verdaderamente lo pensaba, sentía que con el algodón de la camisa y mis 3 milímetros de blanquecina epidermis era invencible.
Ingenua, sí, era muy ingenua.
Pero parece que cada día hay más ingenuos al sur del mundo, más hombres y mujeres que quieren cooperar, que creen poder ayudar, que desean cambiar el orden de las cosas, que quieren revertir el caos del mundo, que pretenden enriquecer lo empobrecido, alimentar lo mal nutrido, reconstruir lo destruido.
Revivir lo muerto.
¿Qué pensarán los asesinos cuando matan?
¿…qué pensarán los asesinos cuando matan a un inocente?
El lado opuesto del amor, no es el odio… es la muerte.
La muerte es la única manera de apagar la llama del amor.
Pero este amor, el de los que ayudan… se contagia, se dispersa, se aviva, estalla en mil pedazos cuando muere… y fortalece y engrandece a otros ingenuos…
Y nos hace pensar… que todo vale la pena.
Sámuel, él aún vive, tiene su brazo y su piernita discapacitados por heridas de balas, tiene 8 años, es mi alumno en Liberia.
Esta semana ha sido operado de su brazo en Mercy Ship, para que recupere la movilidad.