jueves, 27 de agosto de 2009

cómo hacer del sacrificio un ritual


Sentados en el porche recuerdan la historia una y otra vez, honran y brindan a los seres queridos,
ya pasó el calor sofocante, y la memoria se empieza a ventilar.

Fuera de la conversación se oye el columpio, el mecer del ying y el yang,
el bien y el mal en una misma palabra,

es la justicia.

Pero esta justicia nos cierra la puerta de la libertad,
pues la custodian fieros soldados armados, y se mezcla con los fusilamientos, con las violaciones, con las torturas y las desapariciones.

Es la guerra en defensa de la justicia, de la justicia como algo objetivo, desde el punto de vista subjetivo del que la defiende.

Las armas están claras, su diseño salta a la vista,

es la ciencia y su reduccionismo.

La historia se remonta a la guerra civil española, tres altos mandos del ejercito español conspiran y consiguen amotinar a un puñado de ignorantes, mola, san jurjo, y franco.

De la lucha fraticida estalla el odio, la avaricia, la codicia y queda libre el poder, conquistado a base de ingenio, creatividad y fantasía.

Se somete a la población por la misma población, esta es la mayor de las justicias, la de la legislación vigente.

Emigra el amor.

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