Desde que comenzó la guerra en Siria, el país se ha desintegrado lentamente. Más de un tercio de los hospitales han sido destruidos, según la Organización Mundial de la Salud. Según Save the Children, 3.900 escuelas han sido destruidas, dañadas u ocupadas para propósitos que nada tienen que ver con la educación desde que comenzó el conflicto.
Hoy Siria no es un lugar para niños y, de forma escandalosa, más de un millón de ellos han tenido que dejar sus hogares para huir con sus familias a campamentos o comunidades de acogida en países vecinos. Esos son los afortunados, porque miles y miles de personas ya han muerto. ¿Dónde está la indignación?
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