Y cada niño obligado a dejar la escuela, obligado a huir, o cuyo desarrollo está mermado, como el pequeño Yazan, a causa del conflicto es una mancha en nuestra conciencia colectiva. La comunidad internacional no sólo no está logrando una salida pacífica a este conflicto, sino que está agravando ese fracaso al no hacer frente a sus terribles consecuencias. En nuestro fracaso al asegurar que la gente de Siria reciba comida y suministros básicos, estamos condenando a los niños al hambre, otro de los horrores de la guerra.
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